Autor: Prof. Theo Wallimann, PhD
Traducido y adaptado por: Prof. Diego A. Bonilla

El científico francés Michel Eugène Chevreul descubrió la creatina (Cr) en 1832 como un nuevo constituyente orgánico que podía extraerse de la carne («kreas» en griego). En 1847, el científico alemán Justus von Liebig identificó químicamente la Cr como ácido metilguanidinoacético, un compuesto guanidino relativamente simple al que nos podríamos referir como aminoácido no proteinogénico. Hoy sabemos que la Cr se encuentra en la carne y el pescado en concentraciones que oscilan entre 3 y 10 gramos por kg de peso húmedo. Es interesante notar que Justus von Liebig mantenía su laboratorio en gran medida produciendo y vendiendo caldo de carne, el famoso extracto de carne de Liebig o Fleischbrühe en alemán, que contenía aproximadamente un 8% de Cr (Sulser, 1968). Obviamente, este fue el primer intento de llevar la suplementación con Cr al público general a través de una pequeña empresa derivada (spin-off), como la llamaríamos hoy en día, con más de este tipo por venir en la década de 1990 para la venta de Cr a los atletas. En la década de 1880, se descubrió la creatinina (Crn) y se observó que este compuesto era probablemente el producto de descomposición natural de la Cr. En 1926, Chanutin concluyó, basándose en lo que probablemente fue uno de los primeros ensayos de suplementación de Cr en la historia de la humanidad, que la creatina es absorbida por el intestino y, por lo tanto, puede ser ingerida cuantitativamente de fuentes alimentarias como el pescado fresco y la carne (Chanutin, 1926). En 1927, aproximadamente un siglo después del descubrimiento de la Cr, se descubrió la fosfocreatina (PCr) (Eggleton y Eggleton, Fiske y Subbarow). Para una revisión de los aspectos históricos de la Cr, véase Conway y Clark (1996).

Lastimosamente, durante las décadas siguientes, la suplementación con Cr sólo fue seguida, como mucho, por investigaciones discretas o de bajo perfil. Una reminiscencia de esta época es que algunos culturistas y levantadores de pesas recurrían, según se contaba, a la «carne sudada», un método para extraer Cr de la carne mediante vapor caliente, dando como resultado un jugo de carne altamente enriquecido en Cr que, según se decía anecdóticamente entre los miembros de la «escena/industria», era beneficioso para el crecimiento y el rendimiento muscular. No hay que olvidar la llamada «medicina judía», una sopa de pollo concentrada de un pollo fresco hervido a la perfección, utilizada como panacea tradicionalmente heredada dentro de la comunidad judía que servía para «curar» casi todo. Por último, cabe mencionar en el mismo contexto el consumo ritual de la placenta después del parto, también rica en Cr, por parte de la nueva madre – una tradición seguida por muchas civilizaciones ancestrales. ¿Podría haber sido la Cr uno de los ingredientes más activos de estos brebajes? Nadie lo sabe, pero en retrospectiva y a la luz de los conocimientos actuales sobre los efectos pleiotrópicos de la suplementación con Cr, podría haber sido el principio activo decisivo.

Las investigaciones serias, doble ciego y controladas con placebo sobre la suplementación con Cr se iniciaron a principios de la década de 1990, y los artículos fundamentales sobre la «Elevación de la creatina en el músculo en reposo y ejercitado de sujetos normales por la suplementación con creatina» (Harris et al., 1992) y sobre la «Influencia de la suplementación oral con creatina en el torque muscular durante repetidos episodios de ejercicio voluntario máximo en el hombre» (Greenhaff et al., 1993) iniciaron un gran impulso en los estudios sobre la suplementación con Cr, principalmente con atletas (Hespel y Derave, 2007). Curiosamente, Roger Harris publicó su estudio el mismo año en que Linford Christie (100 m lisos) y Sally Gunnell (400 m vallas) celebraban sus victorias olímpicas, mencionando a continuación que ambos habían ingerido Cr.

Muchos de los varios centenares de publicaciones de los principales laboratorios de fisiología aplicada al deporte de todo el mundo demuestran claramente que la Cr, a diferencia de muchos otros suplementos de nutrición deportiva, es una verdadera ayuda ergogénica (Hespel y Derave, 2007). En la actualidad, cientos de miles, sino millones, de atletas de todas las procedencias consumen Cr en todo el mundo para potenciar el rendimiento físico, al parecer sin efectos secundarios graves (Persky y Rawson, 2007).

Fragmento tomado de: Wallimann, T. (2007). Introduction – Creatine: Cheap Ergogenic Supplement with Great Potential for Health and Disease. In: Salomons, G.S., Wyss, M. (eds) Creatine and Creatine Kinase in Health and Disease. Subcellular Biochemistry, vol 46. Springer, Dordrecht. https://doi.org/10.1007/978-1-4020-6486-9_1

REFERENCIAS

  1. Chanutin, A. (1926). The fate of creatine when administered to man. J. Biol. Chem. 67: 29–41.
  2. Conway, M., and Clark, J. (1996). Creatine and Creatine Phosphate: Scientific and Clinical Perspectives. Academic Press, San Diego, CA, USA
  3. Greenhaff, P.L., Casey, A., Short, A.H., Harris, R., Soderlund, K., and Hultman, E. (1993). Influence of oral creatine supplementation on muscle torque during repeated bouts of maximal voluntary exercise in man. Clin. Sci. (London) 84: 565–571.
  4. Harris, R.C., Soderlund, K., and Hultman, E. (1992). Elevation of creatine in resting and exercised muscle of normal subjects by creatine supplementation. Clin. Sci. (London) 83: 367–374.
  5. Hespel, P., and Derave, W. (2007). Ergogenic effects of creatine in sports and rehabilitation. Subcell. Biochem. 46: 245–259.
  6. Persky, A.M., and Rawson, E.S. (2007). Safety of creatine supplementation. Subcell. Biochem. 46: 275–289.
  7. Sulser, H. (1968). Die Extraktstoffe des Fleisches. Wissenschafts-Verlag Stuttgart. Handbuch II/2: 1267–1304.
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